La ópera prima de Luciana Bilotti, realizadora mendocina, comienza con una secuencia de material de archivo videográfico, introduciendo un planteamiento inicial que parece anticipar un tratamiento híbrido entre las fronteras (a veces difusas) de la ficción y el documental.
No obstante, este posicionamiento no se sostiene durante la totalidad del audiovisual, y las piezas de archivo personal (provenientes de la temprana infancia de Luciana) se reducen a una simple acotación primera: resaltar que se trata de memorias personales, de algún modo imborrables, las que funcionan como principal fuente de inspiración para la película. Si bien este recurso adhiere cierto trasfondo y una potente carga emotiva al material, lo cierto es que el resto de la película funciona independientemente de esta aclaración introductoria. Aunque, claro, podemos interpretar que este arranque tan optimista deja entrever un posible juego de tensiones familiares latentes, que irán en contraposición a estas primeras imágenes cargadas de ternura, niñez y fecundidad.
En Camping presenciamos la historia de un matrimonio en crisis (interpretado por Ivana Catanese y Diego Velázquez) y su hija (Martina Pennacchio) que viajan a pasar unos días a aquél sitio que el propio título anuncia; allí se encontrarán con otra pareja amiga, y se volverán más explícitas las tensiones previas de un amor que ya no lo es tanto. La película nos introduce en los relieves escabrosos y tensiones reprimidas de una relación intrafamiliar, reflejados en los ojos inexpertos, pero genuinos, de una preadolescente de doce años.
Estamos ante una historia ya conocida, pero narrada de manera audaz, exponiendo un conflicto interno, privativo, en la mirada de una joven niña; generando así una serie de contrariedades propias de los recursos estéticos del cine: la focalización interna preeminente en la niña, pero el conflicto central circunscrito en las asperezas y monotonías del mundo adulto. La ineludible conexión disonante entre la concepción de camping (hábito que nos remite a la idea de un entorno de descanso, de reposo y de receso) representado desde una atmósfera de encierro, de agobio, de clima asfixiante debido a los pesares que cargan los protagonistas, es lo que resalta en la película. Se trata de un relato que ilustra con eficiente realismo tópicos comunes y humanos como el aprisionamiento personal y el ahogo familiar, situando a los personajes en un ambiente contrastante que funciona perfectamente para el oxímoron; eso es este camping.
Allí se van a descubrir (o sugerir) los debates inconclusos, las verdades no dichas de la convivencia cotidiana, rutinaria y alienante; ratificando que las problemáticas personales no se curan abandonando el hogar. Sin embargo, no podemos eludir la resignificación de este tipo de estrenos nacionales respecto al contexto excepcional que estamos atravesando: el encierro, tanto físico como simbólico, nos hace reflexionar aún más.
La película juega a sugerir esta tensión creciente de la pareja de modo indirecto, a través de diálogos, miradas, e inclusive desde las condiciones climáticas de la estadía en el camping. Acechando, se encuentra Estefanía (la niña protagonista, interpretada por la encantadora Martina Pennacchio), jugando con su amiga Sofía (Zoe Gatica) pero a la vez observando, atendiendo a los conflictos de manera solapada y astuta. Dos mundos que se entrelazan, paralelamente, pero condicionados entre sí; dos mundos siempre a punto de colisionar: la inocencia infantil, las tensiones del primer deseo… y la rigidez y el sinsentido del mundo adulto. Personajes adultos luchando por adaptarse y adecuarse a ese ritmo de normalidad inquebrantable en el que viven inmersos, en vez de hacer algo al respecto. Las niñas, entretanto, procuran no caer en esa trampa mortal, conociendo lo desconocido, bordeando lo prohibitivo. Pero frente a ellas está la expresión de la negación, de la inevitabilidad, de la costumbre asumida, del rencor inexorable. “El futuro es gris”, parecen exclamar esos rostros impiadosos de la gente grande, que miran fijo y hablan poco, aunque sepan muy bien que las niñas no son ciegas, que ellas descifran las miradas, descubren secretos, temen a la oscuridad y a los sapos pero son capaces de encontrar paquetes de cigarrillos escondidos.
Todo este clima de estancamiento sentencia a la película, de manera deliberada y buscada, pero como espectadores nos quedamos esperando un quiebre que nunca se termina de explicitar. Debemos tragarnos toda esa tensión y hacer algo al respecto, posiblemente mirar alrededor: en tiempos de confinamiento forzado y obligatorio, nos queda reencontrarnos y redescubrirnos a nosotros/as mismos/as (como hace Luciana Bilotti con esta pieza audiovisual tan personal), repensar nuestros vínculos afectivos, familiares y, quién sabe, abrir o cerrar puertas que permanecían entreabiertas.
Si bien algunos momentos de roces se vuelven algo forzados, el conflicto constante se sostiene en la expresión colectiva de un elenco que funciona realmente muy bien, en una historia que desnaturaliza este tipo de crisis absurdas y complejas a la vez. Después de todo, como en este clima de cuarentena, resta volver a la normalidad. Pero, ¿se puede realmente volver a la normalidad? Nos queda pendiente la reflexión.
Camping (2020, Argentina) dirigida por Luciana Bilotti estrena por Cine.ar y Cine.ar Play.
Publicada originalmente en: http://leedor.com on May 28, 2020.
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