~ Nop (2022) de Jordan Peele.
~ En cines
En la nueva entrega del ya fugazmente consagrado cineasta norteamericano Jordan Peele, hay un posible distanciamiento de esa recurrente temática racial en clave de lectura crítica y política, y hay también un despliegue visual y sonoro atrapante que invita a disfrutar de la película en la gran pantalla. Es cierto: el grupete protagónico representa a minorías culturales (el latino, el asiático, etc), pero el foco está puesto (al menos al principio) en un cuestionamiento crítico más amplio y ampuloso (a la industria), que acaso con el correr de la peli se irá desvaneciendo un poco… Los protagonistas principales son dos hermanos de una familia de entrenadores de caballos para películas de Hollywood (cuya tradición familiar se remonta a los orígenes de la experimentación cinematográfica), que deberán enfrentarse a un extravagante alienígena en el contexto paisajísticamente absorbente de su casona rural.
En la película, destacan dos “bestias”: el alien, y un mono que asesina brutalmente a un grupo de actores en un set de TV (qué bello es cuando el fuera de campo audiovisual duele más que una matanza gore sazonada por sangre y rojas tripas que vuelan por los aires de manera explícita).
Esos dos entes extremados simbolizan una representación alegórica análoga: la idea de lo salvaje que se resiste a la explotación, a la subordinación ante la dominación y domesticación del ser humano… La negación, el “nop” de la bestia. Definitivamente eso hace el escalofriante chimpancé y el bichote intergaláctico que casi que se burla de las proyecciones del sentido común debido a su apariencia… “No es una nave, es un monstruo que devora”, aclara y subraya el personaje de Daniel Kaluuya.
Pero, entonces, explotación… explotación para acumular ganancias en un mundo cuyo fin dictamina ese presunto límite inconmensurable: acumular riqueza.
Al menos ese es en principio el objetivo primordial de los dos hermanitos, que se ven motivados a registrar como sea al enigmático objeto volador no identificado para hacerse millonarios, precisamente porque viven desde hace años rodeados de ese tipo de promesas, un rasgo inherente a la parafernálica industria de los deseos suspendidos y perdurables que representa Hollywood en tanto contexto social y geográfico. Ahí están ellxs entonces, expectantes y ansiosos, vivenciando la repetición de un hecho que ya había dictado su padre segundos antes de morir: algo así como “si sale este laburo, la pegamos, y tendremos finalmente paz… paz económica”. El OVNI, por lo tanto, significa eso para OJ y Emerald.
Puede que haya lugar para una transformación de esta ambición primera a medida que avanza la película: hay algo del orgullo fraternal que acaba preponderando, una desembocadura en convenciones clásicas del género de la ciencia ficción o hasta del cine catástrofe al estilo Guerra de los mundos de Spielberg, y una disipación casi absoluta de lo que parecía indicar una denuncia lateral pero potente hacia la industria del entretenimiento, la citada explotación y -por qué no- hacia esos lugares comunes que se cristalizan en cánones, paradigmas y patrones de representación que son los géneros en la historia del cine.
Terror, fantasía, ciencia ficción… las reglas implícitas y las explícitas: Peele se burlaba jactanciosamente de ellas de una manera más audaz en sus dos entregas anteriores (Get out y Us), pero no elude la ironía cáustica en Nop. Aunque, sí, tal vez la evidencia más contundente de esta burla se termina reconociendo eminentemente en el título (y acabando así en un posible reduccionismo de sentido): Nop, no quiero ver una peli yanqui clásica configurada bajo los infranqueables estándares del sueño eterno que impone Hollywood, nop. Pero, de algún modo… Sip… Siempre gana el sip. Siempre termina siendo sip.
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