En la segunda entrega de la saga antológica Small Axe, el cineasta británico nos ofrece una íntima pieza audiovisual rebosante de calidez y sensualidad. Si con Mangrove McQueen apostaba a la denuncia crítica consciente a través de un registro puntilloso de las formas de vida en el suburbio londinense de los 70, con Lovers Rock se agudiza esa mirada representativa de la cultura afrojamaiquina. Pero la diferencia es clara y marcada: el acento está en las funciones descriptivas y no en los componentes narrativos. Desde el 14 de enero en Movistar.
Sinopsis
Cuenta la historia ficticia de amor entre dos jóvenes en una fiesta de ‘blues’ en 1980. Una oda al género del ‘reggae’ romántico, el llamado “lovers rock”, que sólo sonaba en las casas donde la juventud negra organizaba sus fiestas cuando no eran bienvenidos en las discotecas y clubes nocturnos segregados. (Movistar)
Deseo, música y seducción
Es que en la apasionante Lovers Rock prácticamente no hay trama. Lo que se apodera del interés del afanoso Steve McQueen es la necesidad por dilatar y prolongar una secuencia ambientada en una fiesta. Sabemos que allí podría haber mil historias potenciales en simultáneo: cada mirada, gesto y paso de baile representan una mínima motivación o intención por parte de los personajes que dotan de vida al entorno. Y esta parece ser la simple pero efectiva premisa que toman McQueen y Courttia Newland (coguionista), al detenerse en las miradas y gestos implícitos de Martha, Grace y compañía.
El director sabe muy bien que cada uno de ellos resguarda una verdadera intencionalidad, posiblemente instintiva, pulsional e inclusive inmoral. No son personajes perfectos, y ahí está el principal atractivo: en sus imperfecciones, sus impulsos y deseos fugaces pero cargados de intensidad, que sobrevuelan el ambiente sofocado por el humo de los cigarrillos de marihuana en esa atmósfera festiva.
El equilibrio descriptivo
No existe prohibición ni represión en ese ambiente jovial, y por lo tanto las tensiones no tardan en evidenciarse: el galán intrépido que avanza sobre las mujeres de manera abusiva, el familiar borracho que pierde el control embebido en alcohol y hace infames declaraciones, los inevitables enfrentamientos regidos por celos absurdos y alterados por los excesos. E incluso la tensión por la discriminación racista que siempre está a la vuelta de la esquina.
Pero Steve McQueen sabe muy bien cómo mantener todos estos aspectos dentro de los límites de su propia apuesta estética: logra mantener un equilibrio estupendamente concordante de todos y cada uno de estos rasgos (los más narrativos y los más descriptivos), generando un clima de suspensión dramática constante en donde la estética visual y sonora pasan a ser lo prioritario.
El amor, un silly game
En este tipo de obras, conviene no spoilear ni siquiera los tratamientos recursivos que se emplean desde la puesta en escena, pero podemos adelantar uno de ellos: todos bailan, botellas en mano, mientras entonan efusivamente los versos de Silly games de Janet Kay. La banda sonora musical se empieza a desvanecer y las voces, vivificantes y a capela, se apoderan del protagonismo. La fiesta entera canta y baila imponentemente. Un juego de recursividad que sólo la magia del cine puede consolidar.
Steve McQueen construye la progresión previa a este momento de quiebre, que se hace esperar como si se tratara de una revelación argumental crucial en términos dramáticos, pero no lo es: es tan sólo una escena de canto y de baile. Y es acaso la mejor escena de canto y de baile que se ha visto en los últimos años.
Conclusión de 'Lovers Rock'
Lovers Rock es música y descontrol, es sensualidad desbordante y juegos de seducción. Es un registro traslúcido de un contexto espacio-temporal bien definido en una época determinada (capturada a la perfección por la estética visual y la banda sonora). Pero también, y ante todo, Lovers Rock es una historia de amor; porque las mejores historias de amor son las que no precisan de una trama minuciosamente explicada para movilizar al espectador. Con la emoción basta, y Steve McQueen es consciente de eso.
Publicado originalmente en Cinemagavia (España).
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